Al terminar una sesión de shiatsu se suele dejar a la receptora o receptor descansando unos minutos en soledad. Es muy habitual que, al volver, encontremos a las mujeres vistiéndose o recogiendo la sala, quizás hayan doblado la manta o estirado la sábana del futón. A muchas mujeres cuesta convencerlas de que se queden tumbadas, disfrutando sencillamente del estado en que ha quedado su cuerpo tras el shiatsu.
Algunas nos hablan sobre cierta incomodidad, que no sabrían entender, provocada por quedarse ahí solas. Otras señalan directamente al sentimiento de culpa, sensación de falta de merecimiento o la costumbre de dejarlo todo recogido.El hecho aislado parece inocuo, pero nos habla de una identidad complaciente al servicio de los demás, que pasa por encima de la propia necesidad e ignora los propios deseos y anhelos. Para estas mujeres, en nuestra experiencia una gran mayoría, esta identidad se hila de forma invisible con una trama muy compleja de inercias y hábitos que llevan a la desatención y suelen derivar en enfermedades, tanto psicológicas como físicas. En el patriarcado se educa a las mujeres para aguantar el dolor y soportar sufrimientos inconfesables. Los “temas de mujeres” han sido relegados al ámbito de lo privado y sólo cuando se convierten en problemas serios cedemos y les ponemos atención.Últimamente se habla mucho sobre lo androcentrista que es la ciencia, en especial la medicina occidental. El cuerpo de las mujeres ha sido tratado con parámetros que obvian nuestra naturaleza cíclica y todas las peculiaridades que ésta conlleva. Nuestra fisiología se ve profundamente alterada por nuestras hormonas y ya se ha demostrado que hay preocupantes tasas de infradiagnósticos en mujeres debido a este sesgo, tanto en enfermedades específicas de las mujeres como en otras, comunes con los hombres.Al terminar una sesión de shiatsu se suele dejar a la receptora o receptor descansando unos minutos en soledad. Es muy habitual que, al volver, encontremos a las mujeres vistiéndose o recogiendo la sala, quizás hayan doblado la manta o estirado la sábana del futón. A muchas mujeres cuesta convencerlas de que se queden tumbadas, disfrutando sencillamente del estado en que ha quedado su cuerpo tras el shiatsu.
Algunas nos hablan sobre cierta incomodidad, que no sabrían entender, provocada por quedarse ahí solas. Otras señalan directamente al sentimiento de culpa, sensación de falta de merecimiento o la costumbre de dejarlo todo recogido.El hecho aislado parece inocuo, pero nos habla de una identidad complaciente al servicio de los demás, que pasa por encima de la propia necesidad e ignora los propios deseos y anhelos. Para estas mujeres, en nuestra experiencia una gran mayoría, esta identidad se hila de forma invisible con una trama muy compleja de inercias y hábitos que llevan a la desatención y suelen derivar en enfermedades, tanto psicológicas como físicas. En el patriarcado se educa a las mujeres para aguantar el dolor y soportar sufrimientos inconfesables. Los “temas de mujeres” han sido relegados al ámbito de lo privado y sólo cuando se convierten en problemas serios cedemos y les ponemos atención.Últimamente se habla mucho sobre lo androcentrista que es la ciencia, en especial la medicina occidental. El cuerpo de las mujeres ha sido tratado con parámetros que obvian nuestra naturaleza cíclica y todas las peculiaridades que ésta conlleva. Nuestra fisiología se ve profundamente alterada por nuestras hormonas y ya se ha demostrado que hay preocupantes tasas de infradiagnósticos en mujeres debido a este sesgo, tanto en enfermedades específicas de las mujeres como en otras, comunes con los hombres.Como dice la Dra. Christine Northrup en su libro “Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer”: Estamos destinadas a avanzar hacia lo que sea que nos procure satisfacción, crecimiento personal y libertad. Nacimos sabiendo qué actividades, cosas, pensamientos y sentimientos están relacionados con esas cualidades. Hemos de aprender a confiar en nosotras mismas y saber que podemos avanzar con naturalidad hacia aquello que es sanador y gratificante.Para que esto pueda suceder, en una sociedad cargada de prisas y juicios, es una condición indispensable que encontremos no sólo el lugar sino también a la persona que nos permita la escucha, la confianza y el aprendizaje de ese camino hacia la propia intuición de qué es lo que nos hace bien. El shiatsu y la Medicina Tradicional China (en la que se basan nuestros principios teóricos) tienen amplia literatura y gruesa experiencia en la atención a los ciclos de la mujer, y todo lo que estos conllevan. En Amigas del Shiatsu llevamos treinta años especializándonos en tratamientos específicos para mujeres, desde la regulación de la menstruación, el equilibrio para la menopausia hasta tratamientos de fertilidad.Constantemente buscamos generar ese espacio seguro, ese lugar de encuentro con una misma sin interrupción, sin juicio. La terapeuta acompaña a la receptora con paciencia, templanza y cariño. No tiene objetivo más allá que el de estar ahí y permitir que el cuerpo se exprese, dar el lugar para que las cosas sucedan sin buscarlas, sin forzar. Las manos y el cuerpo de la shiatsusi escuchan y responden, quizás incluso preguntan, pero no empujan. No manipulan ni conducen. Están ahí para ir donde les diga el cuerpo de la persona que está recibiendo y esto, en un mundo que nos pasa constantemente por encima, es un regalo extraordinario y muy difícil de encontrar.El shiatsu pone el énfasis en la apertura y relajación del cuerpo, así como de la mente y las emociones. El punto de partida es evitar la tensión que genera aguantar el dolor, trabajando desde las zonas que cada persona reconoce que le alivian. Entender juntas dónde están los límites y respetarlos. De esta manera entramos en contacto con el cuerpo desde un lugar consensuado y placentero, favoreciendo la comunicación abierta y estableciendo un acompañamiento sin juicio.En todos los casos hemos comprobado la trascendencia que tiene el shiatsu, más allá de los innegables beneficios corporales, en todo el ámbito psicosocial de la mujer. Con una mayor conexión con nuestro cuerpo podremos prevenir que se agraven ciertos síntomas e incluso, percatarnos de molestias que nos avisan de problemas más serios y que,gracias a detectarlas a tiempo, podemos ponerles remedio.Experimentar el alivio del dolor a través de la relajación y el placer en lugar de hacerlo desde la tensión es una vivencia que transforma no sólo la sensación corporal, sino que se extrapola a todas las esferas de la vida.Bethany Webster* dice que: El “dolor corporal” del colectivo femenino es sanado una a una. Y a medida que el dolor corporal femenino se cura, lo mismo ocurre con el dolor de la comunidad humana. Nuestra propia sanación no es sólo un regalo para nosotras mismas; también lo es para el mundo. Las mujeres, que tantas veces hemos sido ninguneadas e ignoradas encontramos un lugar donde somos escuchadas y aprendemos así a escucharnos. Aprendemos a respetar los límites de nuestro cuerpo, a notar dónde está el alivio, a buscar la relajación del dolor, a observarnos con ternura. Emprendemos un camino que desactiva los mecanismos introyectados sobre la necesidad del sufrimiento para el avance o para el aprendizaje. Aprendemos que sobrepasar nuestros límites nos es saludable y, a través de ser cuidadas y atendidas,entendemos cómo cuidarnos y atendernos haciéndonos dueñas de nuestra propia salud. Escuchar a nuestro cuerpo es escucharnos a nosotras mismas y, en un mundo que nos empuja a ignorarnos, aprender a querernos es un acto revolucionario. “La importancia de la Madre interna: el duelo por lo imperfecto, el encuentro”, Webster, B.